jueves, 8 de octubre de 2009

Kraft: un aprendizaje obrero y popular

Por Oscar Taffetani

(APe).- El prefijo latino “ex” connota casi siempre una pérdida: exiliado es el que ha sido sacado de la tierra; exonerado, quien fue separado de una función; eximido, el que ha sido liberado de una carga, y así. Pero además, cuando la partícula “ex” se antepone a un adjetivo o sustantivo, entonces denota un cambio en la condición, una mudanza de la realidad: ex ministro, ex cónyuge, ex deportista...

En las crónicas periodísticas sobre los despidos, las suspensiones y la represión policial en una de las tres plantas de Kraft Foods Argentina, abundan los “ex”. La empresa se llama Kraft, pero para los trabajadores, sus familias y el público en general, es la ex Terrabusi. “Desde que estalló la crisis -leemos en un diario económico- la empresa contrata los servicios de la consultora del ex YPF Fabián Falco (...) Luis Cagliari -dice en otro pasaje- es un ex Renault que vivió tomas de planta en los 90...”

Así, el lenguaje va registrando, casi inadvertidamente, las pérdidas, las ventas y enajenaciones que se han ido sucediendo en el país, al ritmo de los movimientos del capital.

Sin embargo, en el universo de las marcas, los desplazamientos permanecen ocultos, ya que es preciso que la mercancía siga fascinando y seduciendo a sus reales o potenciales consumidores. Los cronistas no escriben nunca “Fulano de tal, ex Tita y Rodhesia”. O “el gerente general, ex Bazooka y Palito de la Selva”. No. El candor de los nombres, su aire infantil, es mantenido al margen de la historia.

“No se metan con las marcas”, nos susurra amenazante un gerente de Marketing. Claro, porque las marcas son impolutas. Las marcas no tienen marca. Son parte de un mundo ilusorio, creado tan sólo para producir ganancias.

Automóviles, galletitas, dictaduras

La planta de Kraft en Pacheco, provincia de Buenos Aires, es vecina a la planta principal de Ford. Todos saben que una cosa es fabricar galletitas y otra muy distinta fabricar automóviles. Sin embargo, tanto Kraft como Ford utilizan los sistemas de organización racional del trabajo (así les dicen) creados por Frederick Taylor y Henry Ford, en los albores del siglo pasado.

La línea de producción en serie, en donde cada obrero debe colocar un tornillo o hacer alguna operación sobre piezas iguales, que van desfilando ante sus ojos, es un rasgo de la gran industria que se ha mantenido hasta nuestros días, ya conviviendo con la digitalización y la robótica.

Chaplin y René Clair, sensibles artistas, supieron satirizar y mostrar en sus filmes la deshumanización que el taylorismo y el fordismo conllevan, al especializar hasta un punto de no retorno la tarea de los obreros, causándoles deformaciones y enfermedades típicas del puesto que ocupan en la cadena. Por eso, un componente inevitable y necesario de la lucha sindical es la pelea por reducir las horas y mejorar las condiciones de trabajo y salubridad en la fábrica.

En los ’70, luego de épicos estallidos como el Cordobazo, la lucha reivindicativa de los obreros industriales argentinos se fue haciendo progresivamente política, al plantear los trabajadores un reparto más justo de esa riqueza (y esa renta) que generan. La respuesta patronal al avance de la lucha obrera tuvo distintos nombres y estilos. Sin embargo, hubo un rasgo común: la violencia, el uso ilegal de las fuerzas y recursos del Estado y el avasallamiento sistemático de los convenios y conquistas.

En aquella época -recordó en una nota Pedro Troiani, ex delegado de Ford- “había mucho trabajo y mucha producción, y nosotros nos plantábamos a pelear por el aumento del ingreso de los trabajadores y peleábamos, por ejemplo, para controlar el tema del plomo que quedaba en la sangre. Hacíamos paros, huelgas”. Ford Pacheco, una planta de tres turnos y 5.000 obreros, tenía 200 delegados. Veinticinco de esos doscientos fueron secuestrados por grupos de tareas de la dictadura, con absoluta complicidad de la dirección de la empresa, en los días que siguieron al 24 de marzo de 1976. Permanecen desaparecidos.

Paradójicamente, el Falcon (halcón) producido en la Ford Pacheco fue el automóvil emblemático de la represión ilegal, mientras que del otro lado, como un delgado y firme gesto de resistencia, surgieron las aguerridas palomas de las Madres de Plaza de Mayo.

A 33 años de ese oscuro capítulo de nuestra historia, en la planta de Kraft Foods Argentina lindante con la de Ford Motor, en Pacheco, fuerzas de la infantería y la policía montada bonaerense, de la Policía Federal y la Gendarmería, desalojaron con violencia, el pasado 25 de septiembre, a cientos de trabajadores que habían ocupado las instalaciones, en protesta por los despidos y suspensiones masivas, y por la expulsión de sus delegados gremiales.

El conflicto comenzó cuando la empresa cerró la guardería infantil con la excusa de la epidemia de gripe A, y se negó a conceder asueto a las madres que debían quedarse en sus casas a cuidar a sus niños. Sin embargo, la desproporción de la respuesta patronal -al despedir a toda la Comisión Interna- sugiere que hubo otras causas. Y que había (y hay) otros planes.

En todo caso lo grave, lo verdaderamente grave, es que una empresa multinacional, con la solícita cooperación del Gobierno nacional y del gobierno bonaerense, en un primer momento, así como de las otras instituciones del Estado, y ante el sonoro silencio de buena parte de la dirigencia política, viole las leyes y borre las conquistas que más de un siglo de luchas obreras, en el país y en el mundo, nos han legado.

Asistimos en septiembre de 2009 a un nuevo ensayo del terror, esta vez, aplicado a trabajadores del cinturón industrial de Buenos Aires. A la vez asistimos (justo es señalarlo) a un rápido alerta y a un amplio movimiento de resistencia, por parte de las organizaciones y movimientos populares.

El futuro continúa siendo incierto. Pero hacemos llegar, desde este modesto puesto de trabajo comunicativo, nuestra solidaridad a los trabajadores de Kraft y a todos aquellos que espontáneamente se han sumado a su lucha. Sería suicida pensar que esa lucha no es la nuestra.

http://www.pelotadetrapo.org.ar/

Síndrome de fatiga democrática

Por Alfredo Grande

“Una noticia buena y una mala. La buena. Mi único heredero es el Pueblo. La mala. Los trámites sucesorios los hace el Partido Justicialista.”
(aforismo implicado)

Prueba gráfica. La carne de carpincho y la cola de yacaré que eran llevadas en la caja de la ambulancia oficial. “¿Y esto qué es?”, preguntó el inspector de la Dirección de Fauna chaqueña cuando abrió la puerta trasera de la ambulancia oficial Mercedes Benz, dominio BCW806. Entre impresionado y sorprendido, el agente encontró que la caja del utilitario estaba atestada de carne de carpincho y yacaré recién faenada. Las dos personas que viajaban en el vehículo increparon a los agentes de la policía rural que participaban del operativo: “Somos del gobierno, no se metan con nosotros porque los hacemos echar”, amenazó uno de los cazadores furtivos que acababa de ser sorprendido transportando el producto de su actividad ilegal.
(Diario Crítica de la Argentina 05/10/09)
"Chaco y Formosa están pasando por situaciones muy graves, por eso hay que nacionalizar este conflicto, para que se sepa que lo que se proclama en los discursos está muy lejos de algunas realidades", remarcó en diálogo con una radio local.
El dirigente de Federación Agraria de Sáenz Peña, Roberto Polich, también se sumó a la manifestación para apoyar a los "pequeñitos productores que realmente la están pasando muy mal"
(Diario Perfil 05/08/09)
El gobierno de Chaco utilizó quinientos efectivos para desarmar el campamento en la plaza principal de Resistencia. Fue montado hace varias semanas para reclamar planes sociales. La esposa del gobernador apoyó la protesta.
Tolerancia cero. La policía provincial desalojó a los manifestantes de la plaza 25 de Mayo, frente a la gobernación y desmanteló el acampe de los pueblos originarios. Por segunda vez en cinco días, el oficialismo reprimió una protesta surgida de un conflicto social. El viernes pasado la policía bonaerense desalojó con la fuerza de bastones y gases a los trabajadores que protestaban en la empresa Kraft, en la localidad bonaerense de General Pacheco.
(Diario Crítica de la Argentina 10/10/09)

(APe).- Hace poco, leí un artículo denominado “el síndrome de fatiga sexual”. Variante de la conocida “me duele la cabeza” o “estoy muy stresado”. La fatiga es algo así como el spleen que los altos lores trataban de combatir con el arte de Garrik, el actor de la Inglaterra. Por supuesto que la acepción más conocida de “fatiga” es indiferencia, no dar bola, el utilizado “¡ma si!”. Una especie de anestesia suave, pero que bloquea la decisión y la acción. Formas inerciales de los vínculos, el movimiento perpetuo cada vez menos perpetuo. La prueba de la fatiga democrática es el índice alarmante de abstenciones, o ciudadanos que no van a votar, y mucho menos aceptan ser autoridades de mesa. Generalizada convicción de que la política y lo político tienen un divorcio contradictorio sin esperanzas de reconciliación. Ya ni siquiera interesa “que se vayan todos”, porque hay semi plena prueba, como diría un abogado, que “volverán todos”, como las obscuras golondrinas. La fatiga es una de las consecuencias más nefastas del impacto subjetivo de realidades contradictorias. Fatiga - parálisis - atontamiento. Algo así como adquirir la expresión inexpresiva de Morales Solá, compañero ideal para jugar al póker. Ni la sorpresa, ni la indignación, ni la bronca, ni el grito, ni siquiera el insulto.

Si la máxima agresión que sufrieron los genocidas fue un cachetazo a Astiz en Bariloche, y un puntapié en los glúteos a Juan Alemann, habría que evaluar si fue por virtud cívica de abjurar de toda justicia por mano propia o directamente por incremento de la fatiga justiciera. Si alguien quisiera sacudirse la siestita, la sueñera, el arroró republicano, algunas peripecias del “pago chico/infierno grande”, podrían ser de extrema utilidad. Encontrar carne de carpincho y cola de yacaré, aunque los animales estén muertos (como seguramente preguntaría la “Su”) no deja de ser sorprendente para el habitáculo de una ambulancia. El ambulanciero invocando al gobierno para justificar el tráfico con sirena de especies en extinción, es quizá la parte más creíble. Porque si algo los gerenciadores del capitalismo serio tienen claro es que las especies vivas estamos todas en peligro de extinción. Profesionales, trabajadores, diversos oficios, artistas no mediatizados, escritores. Por lo tanto el hallazgo deja de ser insólito, para convertirse por derecho propio en un analizador de la continuación del saqueo por otros medios. Las venas de América Latina siguen abiertas, pero se han sumado arterias, vasos linfáticos, y varios desgarros en la piel. Honduras es la señal de otra cacería de ciudadanos a los cuales se los declara de facto en vías de extinción. ¿Hay diferencia entre los “pequeñitos productores” y el carpincho o el yacaré? La lógica predadora es exactamente la misma. Árboles, animales, personas, ríos, aire, tierra, todo es contaminado y depredado. De lo originario poco queda, y una de las pocas esperanzas para sobrevivir es ser declarado patrimonio cultural de la humanidad. Pero tampoco estoy demasiado seguro. Los derechos de los trabajadores, repudiados por los dirigentes de la confederación general del trabajo (CGT), no es un espectáculo menos absurdo que el yacaré en una ambulancia. Las palabras de Daer parecen sacadas del personaje Darth Vader, el jedi que se pasó al lado oscuro de la fuerza (según enseña el evangelio de la guerra de las galaxias). Un pobre Margarito Tereré sin cola es la señal palpable que la plusvalía a veces necesita algo más que una libra de carne para evidenciarse. Y algo más que un garrotazo para sostenerse. Kraft pronto declarará su estatuto internacional de estado asociado a la Norteamérica, quizá con bandera, himno y tropa propia. Es tan obvio que el único monopolio no es Clarín, que luchar contra los monopolios sería la continuidad del kirchnerismo por otros medios. Después de las declaraciones de Lord Daer no parece posible. Fatigados por la lucha por la libertad de Romina Tejerina, por la aparición de Julio Jorge López, por la impunidad de los culpables en la masacre de cromagnon, la pulseada entre democratismo de estado y militancia tiene un final poco alentador. Y todas las marchas que quedan por tanta injusticia congelada nos fatigan aún antes de comenzarlas. La despedida a Mercedes Sosa es también la tristeza por las utopías revolucionarias abandonadas. Por eso los espectáculos decadentes de esta democracia, donde mientras se reprimen trabajadores la televisión pública pasa dibujitos animados y en directo transmiten los monopolios, lleva inevitablemente a dos reacciones: fatiga y cólera. Quizá la única alternativa para sacudir la fatiga democrática sea que truene el escarmiento. Un día de furia, y muchos más también.

http://www.pelotadetrapo.org.ar/