sábado, 19 de julio de 2014

Mi historia empezó hace miles de años.
Algunos me recuerdan, como un personaje secundario, que se enamoró de un héroe, que después la dejó abandonada.
Nada más lejos de la realidad. ¿Amar a ese hombre infame que me arrebató, al único ser que realmente amé?
La historia, por supuesto, la escriben los hombres, con el resultado que les resulta más conveniente. Teseo era un cobarde al que mi amado Asterión hubiera desgarrado con la fuerza de uno sólo de sus brazos; pero él estaba cansado, sin fuerzas para seguir luchando contra su destino infame. Por eso me pidió, o mejor dicho, me exigió, que lo ayudara a morir.
Ese hombre sólo fue una marioneta, utilizada para acabar con la vida del Minotauro, todo lo demás es pura palabrería. ¿Que me abandonó? Gran favor me hubiera hecho. Me consideró su trofeo, su premio por luchar contra el monstruo y vencer. Fui su esclava durante días interminables y cada vez que se acercaba me producía asco. Pero tuve la suerte, que la diosa Afrodita se apiadara de mí, y me diera como esposo a un dios inmortal: Dionisio.
Dionisio me recordaba a mi gran amor por su fuerza y brutalidad salvaje que enloquecía mi lujuria. Me ofreció ser inmortal, al igual que él, pero rechacé su oferta. Mi único anhelo era morir y renacer todas las vidas que fueran necesarias, para recuperar a mi amado.
Fui Cleopatra VII en Egipto y Ana Bolena en Inglaterra... Fui Juliette recitando palabras pecaminosas al oído del Marqués y fui Sabina, amante y discípula del Doctor Jung.
Fui infinitud de mujeres, fui princesa, reina, cortesana, plebeya, adorada por los hombres, deseada hasta el hastío, envidiada por la mujeres comunes. Amé el arte y la literatura, el placer y el dolor... fui tratada de prostituta, de bruja, de incestuosa, de adúltera... y todo lo soporté, con el único fin de reencontrarlo...

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